¡Bienvenidos a Laberinto de Sangre!

Este blog es el soporte digital a la Saga de Fantasía/Ciencia Ficción “Laberinto de Sangre”. Aquí encontrarán COMPLETO el Tomo 1: “Showtime” (pueden leerlo o descargarlo entrando a 'LIBRO COMPLETO'), así como acceder a material adicional que NO ESTÁ EN EL LIBRO, como ilustraciones, videos, textos, música, colaboraciones y más.

jueves, 11 de agosto de 2016

Capítulo 1

I.

Gran Imperio Alemán. Berlín. Capital del imperio.
Año 3029
1ro de Agosto. Día de la Gran Final
4:47hs AM
16:13 Hs para el inicio.



- “Es que no lo entiendo. Nada de esto tiene sentido. La realidad se volvió un chiste. Criaturas extrañas entre nosotros. Entreteniéndonos.

... A lo que voy es ¿cómo mierda consiguieron un dinosaurio? ¿Es que la tierra se volvió loca? Primero los temblores, las erupciones de magma, ¿y ahora esto?”

Fedor se acomodó para dormir y apagó el confesionario. Con este creo que terminamos, pensó Klint. Se estiró un momento en su silla, y ahogó un bostezo. Otro día más en el trabajo. Monitorear confesiones podía ser muy divertido el primer mes, pero con el tiempo se volvía un trabajo desagradable. Las personas podían llegar a ser bastante asquerosas y delirantes. 

Su pequeña oficina tenía un clima viciado. Casi se podría decir que apestaba, o tanto como podían apestar aquellos recintos súper regulados. Nada se salía de la raya en esa ciudad. Varias pantallas con información flotaban con un mínimo desplazamiento, suspendidas a ambos lados, esquivándose. En ellas se veían anuncios, videos, imágenes, listas, gráficos. Pero Klint no las miraba. Apartó a una esquina las pantallas con tareas de trabajo y publicidades y maximizó un rectángulo del tamaño de toda la pared con un idiotizante juego virtual. Un dinosaurio enorme y grotesco iba arrancando cabezas de distintos personajes que le salían del piso o del cielo al son de un veloz riff distorsionado. Se jugaba pulsando un solo botón.

El sistema lo estaba promoviendo para promocionar el último participante del Torneo: un espeluznante dinosaurio mesozoico encontrado en la Patagonia Argentina, del doble del tamaño de los registrados en la antigüedad, de colores más vividos, que entendía el lenguaje humano y disfrutaba de la música Hard Rock y Shuffle. Hasta daban puntos por jugarlo, si se llegaba hasta el nivel doce sin perder vidas. De lujo.

Del otro lado de su pared, cientos de otras oficinas alojaban a cientos de otros operarios, que monitoreaban distintas confesiones y grabaciones de los ciudadanos del Gran Imperio Alemán, brindando asesoría y apoyo psicológico, y secretamente reportando toda la actividad de los sujetos en la base de datos. No es que fuese un trabajo fundamental, porque las máquinas se encargaban de la mayoría de los temas sensibles, pero era una ventana al corazón latiente de esa ciudad habitada por máquinas y sistemas inteligentes. Ah, y humanos, también había algunos humanos.

El Nuevo Sistema de Gobierno Objetivo Computarizado se encargaba de la toma de decisiones, tanto administrativas, políticas, económicas y sociales, así como de lograr un equilibrio que permitía un estilo de vida tranquilo para las ovejas, y grandes oportunidades de negocios para los lobos.

Pero a él no le correspondía pensar en esas cosas. Él era un simple trabajador, solo quería hacer buena letra y que le dejaran tranquilo. Él solo quería seguir machacando cosas en el jueguito del Dinosaurio. Nivel Seis. Flawless. Bring it on bitch.

Disfrutaba del ocio, de dormir hasta despertarse aturdido, de mirar al vacío sin ningún pensamiento que atravesase aquel valle desierto. El sistema tenía una amplia oferta de actividades, aunque le daba pereza moverse. El trabajo era opcional, pero tenía sus ventajas. Monitorear confesiones era una de esas tareas que alguien de clase baja podía desarrollar si deseaba un ascenso seguro hacia las comodidades del sistema; solo tenía que hacer buena letra, hacer lo que le decían y dejar todo asentado en los registros del sistema. Aunque no era todo color de rosas. La vida entre las maquinas tampoco era el sueño del pibe.

Era una de las funciones menos recompensadas, las que le daban a los novatos, a los hijos de bajo estrato o a los extranjeros. Lo peor de todo es que no podía hablar de lo que veía con nadie: si lo hacía, ellos lo sabrían, y la pérdida de puntos sería devastadora. Sólo podía contárselo a alguien: a la confesión programada que tenía en su pantalla al final del día, que algún otro infeliz supervisará rutinariamente. Que ironía. Mejor seguir con este sujeto, pensó Klint. Tenía que terminar el reporte y pasar al siguiente caso para cumplir con la cuota. 

Aparte no estaría nada mal ganar algunos puntitos extra. No es que se hiciera ilusiones con ir al Torneo, sabía que alguien como él no tiene chances, pero a lo mejor podía sacar un pollo frito con cerveza para verlo en la pantalla de casa. Eso sería genial. 

Pausó el juego y lo minimizó. Antes de seguir, abrió una pantalla para ver la ciudad. Tanto encierro a veces generaba un tipo de claustrofobia con trastorno disociativo. Era uno de los nuevos consejos que empezó a llegar en los boletines. Técnicas para los empleados que pasaban largas horas en pequeños cubículos ubicados en lo más profundo de las entrañas de esas redes de edificios interminables. Algunas estaban ubicadas kilómetros debajo del nivel del suelo; otros estaban tan metidos en laberintos de acero, pasillos y luces, que se sentía como estar fuera del planeta tierra. 

El consejo aplicaba para el ochenta por ciento de la población. Tener una oficina con ventana era realmente un privilegio para los más acomodados. Las pantallas permitían sintonizar distintas cámaras a lo largo de la ciudad, y observar unos minutos las vistas. Probó el Edificio Monarca. Tenía una de las mejores panorámicas. La noche aún estaba cerrada. Giró en trescientos sesenta. Se veía el Estadio, montado en las colinas New Gate. Impresionante obra de arquitectura. Hacia el Norte se veían algunas luces de naves en el horizonte que da a la Aduana Norte.

Eso de trabajar de noche no estaba mal. El ritmo era el mismo, eso lo habían dejado bien claro desde el primer día. Las cámaras veían todo. Los reportes de productividad eran más que claros. Y las computadoras registraban todas las operaciones que hacían (y las que no). Nada se les escapaba.

Sin embargo, había una tranquilidad especial. Caminar los pasillos a oscuras, con el seteo nocturno para el ahorro energético, donde solo unas pequeñas luces celestes en los vértices de cada pasillo iluminan la estructura, era un pequeño placer. Se sentía como en uno de esos juegos vintage. Era como estar caminando en el aire. 

Saltar, subir, bajar, pasillo secreto, doble salto, arriba a la derecha está el propulsor, abrir el mapa, dos niveles más abajo está el espiral que lleva a la torre, de nuevo el pasillo, doble velocidad, freno, doblo a la izquierda. El horizonte muestra un mundo de fantasía, en siete colores y una musiquita enajenante. 

Klint miró la hora. Estaba por terminar su turno. Se obligó a dejar de divagar y se propuso a completar el informe: 

“El sujeto presenta un nivel de ansiedad elevado. Le costaba dominar las emociones a horas del Torneo. Se mostraba nervioso, lleno de preguntas, preocupado por el resultado final. Mostraba deseos de ir al estadio cueste lo que cueste para ver con sus propios ojos al Dinosaurio y el resto de los increíbles participantes.

Siente desconfianza hacia la tierra, principalmente por las secuelas de la Gran Grieta y los ríos de magma.

Duda de la realidad y tiene incertidumbre acerca del origen de las criaturas que participan en el Torneo.” 

Le dio “ingresar” al caso, y vio como los gráficos empezaban a correr al costado derecho de la pantalla, y las líneas de código volaban verdes de un lado a otro.

Hoy era el día. La espera, la ansiedad, llegaban a su fin.

Por un minuto, su mente se escapó arriba de un dragón, sintió el vértigo en la boca del estómago, el viento en la cara y el pelo, la adrenalina y las manos que se agarran fuerte a los cuernos de la columna vertebral. Casi pudo sentir el fuego, gestándose como un tornado en el interior de la bestia, antes de salir en forma de llamarada por la boca.

Que espectáculo. Ya soñaba con las ediciones limitadas de los sueños de realidad aumentada con los personajes del Torneo y alguno de los enfrentamientos épicos. Todo tipo de productos virtuales a tan solo unos puntos de distancia. Quería sentir la sensación de tener la fuerza de una bestia brutal, capaz de comprimir edificios enteros con sus enormes brazos, o volar por los cielos como un superhéroe. 

Pero si quería acceder a ese tipo de productos, debía entrar en las categorías que el sistema consideraba aptas. Y eso significaba acatar las reglas y sumar puntos. Se dedicó a completar las conclusiones de los informes que le faltaban.

Terminó justo a tiempo. El supervisor acababa mandar el slide para cargar los resultados de los casos de ese turno. Gunter, un verdadero idiota. Pero no debía pensarlo, él podría verlo. Le pasó el reporte con los casos efectivos y siguió con los que faltaban. Unos puntitos más y el pollo frito sería suyo. Que gran noche le esperaba. 


***Anexo LdS - #T1.P1.1 ***
http://laberintodesangre.blogspot.com.ar/2016/07/nadando-en-el-sunbeam.html
Nadando en el Sunbeam.

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