Soñé con un volcán. Un líquido rojo abría la tierra, se abría
paso entre las capas de roca, generando todo tipo de reacciones físicas a su paso,
derritiendo minerales, haciendo hervir líquidos subterráneos que suben en forma
de vapor furioso entre las venas de la tierra, haciendo estallar gases
comprimidos en estancias profundas y olvidadas del mundo interior.
Un
secreto se acerca. Algo inevitable sale a la luz. No podremos creer que algo
tan importante estuvo tanto tiempo olvidado, tanto tiempo tan cerca, tan latente,
y sin embargo ignorado. Ahora ya es tarde. Ahora solo queda sentarse a ver el
espectáculo. Sálvese quien pueda, y que cada uno viva sus últimos momentos como
mejor le parezca.
Soñé
con una tierra viva que tiembla y late por dentro, que se parte en miles de
pedazos, rompiendo todo lo que esta creado para que el ciclo se renueve una vez
más.
Algo en mi susurraba la siguiente frase: el
apocalipsis no viene del cielo, viene desde los abismos del planeta. El
justiciero no viene desde arriba, nace desde adentro, de nuestras propias
entrañas, se arrastra entre los órganos vitales e irrumpe desgarrando todo a su
paso.
Todo este tiempo estuvimos prestando
atención al lugar equivocado. Todo estaba tan cerca que nunca sospechamos.
Siempre pensando más allá. Siempre errando el juicio.
Siento que me estoy olvidando alguna parte
fundamental del sueño. Intento recordarlo, pero no puedo, se me escapa entre
los dedos, me llena de impotencia, y ahora desesperación. Sentía que era algo
importante, pero por más que intento no logro asirlo.
Estoy resignado. Lo que tenga que venir,
vendrá. Tengo miedo. Espero que todo pase pronto y que no haya dolor.
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