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miércoles, 19 de diciembre de 2018

Capítulo II. Gunter, jefe intermedio

Capítulo II. Gunter, jefe intermedio



Ciudad de Berlín, Capital del Gran Imperio Alemán
Año 3029
1ro de Agosto. Día de la Gran Final
5:27 A.M.
15:33 Horas para el inicio

Caminaba por un interminable pasillo gris con forma octogonal. El suelo y el techo irradiaban luz neutra, con finos bordes de un tenue resplandor turquesa. Las paredes vidriadas dejaban entrar la negrura azulada de una noche que empezaba a fugarse y dejar entrar los primeros rastros del alba, interrumpido por enormes trazos de una ciudad magnánima, de formas casi absurdas, infinitas.
Gunter era un sujeto pequeño y delgado de unos cuarenta años, de diminutos ojos negros, rostro serio y un escaso pelo corto del color de la paja vieja. Avanzaba a un paso rápido mientras revisaba en su visor los archivos que iban llegando con los datos de las confesiones. No tenía tiempo para mirar la ciudad. Ni siquiera para aquel amanecer absurdamente bello rebotando y amplificándose en los millones de edificios gigantes. Estaban allí ayer, estarían allí mañana. El trabajo apremiaba.
Otra noche sin dormir. Era una situación habitual en relación a su cargo de Supervisor General de Asistencia al Ciudadano, aunque últimamente se había hecho costumbre. Eran días agitados porque todo el esfuerzo puesto en el Torneo estaba a punto de culminar. Hoy era el gran día. La Gran Final. Se equivocaría si pensaba que alguno de sus colegas había dormido algo en los últimos tres días. No con Betty respirándoles en la nuca. Pero no había tiempo para quejas.
El recto corredor se alzaba sobre el vacío, a más de dos mil metros de altura, conectando la Fénix Sur con la Norte. A veinte pasos se encontraba un cruce con el pasillo transversal que llevaba al Edificio Clarke.
A su lado centenas de otros trabajadores le acompañaban en su andar autómata por los pasillos las oficinas administrativas. Desde los costados, personas eran tragadas o vomitadas por ascensores casi imperceptibles. Todo se desarrollaba con un silencio y una mecanización asombrosos.
Mientras caminaba, contestó decenas de mensajes de Betty, la Supervisora en Jefe. Reportaba directamente a Dick Gorka, lo cual daba cuenta del altísimo rango que tenía. No quería imaginar lo que sería reportar directamente al Jäger. Tenía fama de implacable. Imposible de satisfacer. Pero suponía que ese era el precio de ser el gobernante en jefe de aquel imperio.
Una gran cantidad de gente pasó hacia la derecha, izquierda, adelante y atrás, sin tocarse ni chocarse. Todos concentrados. Todos ocupados. Humanos actuando como máquinas. Vestidos como máquinas. Gunter siguió de largo hasta su oficina, que estaba doblando a la derecha en el primer transversal.
Una parte de la pared tenía unas finas ranuras, apenas distinguibles por un fulgor que se asomaba a través de ellas. Una plaqueta con su nombre marcada con letras luminosas naranjas centellaba levemente en la puerta, que al sentir su GPS-ID frente a ella, se abrió instantáneamente.
Dos enormes pantallas cubrían las paredes, al frente y a la izquierda, ambas con gráficos en constante actualización y una planilla de datos que constantemente avanzaba, como una catarata perpetua. Abajo, un escritorio combado lleno de comandos luminosos se ubicaba frente a las pantallas junto a una cómoda silla ergonómica flotante de un color hibrido entre el negro y el gris metálico.
Se recostó en ella y cerró los ojos diez segundos. Mierda que era cómoda. En su mano tenía una nueva tanda de resultados. El reporte final era en tres horas. En la parte superior figuraba una nota general y el gross margin: nuevamente buenas noticias. Siempre es bueno comunicar buenas noticias.
La Administración estaba haciendo esfuerzos descomunales para mantener a la población dentro de los parámetros normales. Una ciudad de tantos millones de ciudadanos en tan poco espacio no podía dejarse librada al azar para que auto regulara. Era fundamental controlar cada aspecto, cada variable, cada alteración.
Lo que no podía dudarse era el tremendo éxito del Torneo. Aún en las tres instancias eliminatorias, antes de la final, ya podía hablarse de un éxito sin precedentes. Las críticas al sistema habían caído un 60%, y un 1890% si se evaluaba sólo a los ciudadanos del nivel superior.
Las ideas subversivas también habían caído, junto con las confesiones que expresaban algún tipo de crítica a la Administración y a la Nación Alemana.
Por otro lado, se observó un crecimiento notable en las búsquedas de recompensas de puntos para calificar mejor dentro del Ranking para la compra de entradas y lograr conseguir un cupo. Todo esto se traducía en mejores conductas de los ciudadanos, desesperados por sumar puntos hasta en las pequeñas facetas de su vida. Reducción del consumo de agua. Más horas de voluntariados. Mayor eficiencia en los traslados.
El sistema de puntos era magistral. No tenía gasto alguno. La Administración, junto con el SiGOC, los gestionaba a gusto y placer. Los sujetos se regían por él, vivían por él. Era una manera perfecta de tener controlados a los usuarios.
En los charts sobre consumo, se observaba claramente un crecimiento en las compras irreflexivas y los actos irracionales, guiados por la ansiedad. El índice de correlación entre la cercanía del Torneo y las compras no relacionadas a ningún aspecto rastreable de la vida del sujeto eran de 3.99, un numero realmente ridículo.
Las confesiones por paranoia, stress o insatisfacción decrecieron un 921%, aunque aún se mantenían altas. Los sujetos parecían tener algo con que entretenerse y dejaban de preocuparse por el futuro o la falta oportunidades. Parecían necesitar entretenerse.
El que ideó este Torneo sí que es un genio, pensó Gunter, deseando ser él lo suficientemente inteligente como para aportar alguna medida al sistema que lo posicionase mejor entre los empleados de la Sección de Control Ciudadano. Sin embargo, su cabeza estaba seca como un pozo en el desierto. Tal vez algún día, pensó, tal vez algo se me ocurra y puedan destacarme, darme una distinción, una placa al menos. Preso de esa melancolía, le dio una revisión final al reporte y presionó “enviar”.
Esperaba poder relajarse unos minutos, pero la respuesta no tardó más de un minuto, con ese sonido característico de los correos de Alta Importancia. Apenas lo oía, su mente borraba cualquier otra cosa que pasará por ahí, se incorporaba y ponía un rostro serio, nervioso. Sus amigos se reían mucho cuando lo hacía, cuando recibía un correo mientras tomaban algo o charlaban. A él no le hacía gracia. Era una reacción involuntaria. Aparte su trabajo era trascendental. Solo los altos cargos entendían la importancia de las responsabilidades para con el Software General.
Respuesta automática. Las máquinas que administran la ciudad nunca tardaban en procesar una contestación. Tenían todo pre-seteado. Esa política del No-Waste fue llevada a extremos insospechados. Creo que ni los programadores originales imaginaron que iba a avanzar tanto. El tiempo como un recurso preciado lo había cambiado todo.
Leyó la notificación: “Trabajar entonces con un enfoque cualitativo en casos que estén particularmente desencantados con el Torneo. Buscar motivos, causas, y posibles planes de acción para remediar la apatía. Hacer un corte cada veinte casos, dividido por región, estrato y nacionalidad de procedencia. Se espera un informe dentro de dos horas”.
Más trabajo, pensó Gunter. Que felicidad. Como si no tuviese suficiente con el reporte final que esperaba Betty y la carga de todas las incidencias. Malditas máquinas. Nunca una felicitación. Nunca un cumplido. Siempre pidiendo nuevas tareas.
Mejor se ponía a trabajar cuanto antes, o de lo contrario no llegaría con los tiempos. Abrió la base de datos, filtró por la variable Tipo_de_Espectador, seleccionando la categoría “Desencantado”.
La pantalla de la derecha comenzó a correr los procesos, mostrando los códigos en cascada. Fue leyendo las operaciones. Seiscientos efectivos en Los Bajos. Podría haberlo anticipado. Que más: un 90% vio con poca concentración las fases iniciales del Torneo. Casi el total de los casos están etiquetados como Insatisfechos_generales con el sistema.
El proceso terminó mucho antes de lo que esperaba. Cuatrocientos mil IDs. No eran tantos desencantados como hubiese esperado en una ciudad de mil millones de personas.
Gunter suspiró pesadamente, se pasó las manos por la cabeza, la frente, se apretó los ojos. Mejor tomar el toro por las astas desde el comienzo. Cuando antes empezara, antes terminaría.
Pidió una bebida en el escritorio inferior. Algo fuerte, que lo levante un poco. A través de un sistema central de distribución por propulsión, le enviaron su energizante de sabor amargo y un toque de menta. Una pequeña ranura se abrió, mostrando su pedido.
Le dio un sorbo rápido y la apartó a un costado. Se acomodó en la silla en posición vertical, y empezó por el primer caso del listado: Jill Miriandor.









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