Ciudad de Berlín, Capital del Gran Imperio Alemán
Año 3029
1ro de Agosto. Día de la Gran Final
17:00 P.M.
4:00 Horas para el inicio
—Señoras y señores, estos son, nuestros
queridos participantes, que fueron y serán íconos, emblemas de toda una
generación. Todos ellos, metidos en una jaula, en un combate único, épico,
inigualable, una escena que en siglos anteriores ni siquiera hubiéramos soñado
con ver, lo tenemos aquí, para ustedes, en vivo y en directo.
La figura solitaria de Herr Timeus volaba en
círculos en medio del estadio. El estilizado presentador, micrófono en mano,
era el amo y señor del público. Portaba una mandíbula cuadrada, pelo negro peinado con gel en
penachos hacia distintas direcciones, una barba en punta en la zona del mentón,
y un fino bigote contra el labio superior. Los cincelados pómulos eran abultados
y masculinos; sus ojos verdes, con hebras de jade, estaban enmarcados por vastas
pestañas y bordes delineados de negro. Sus labios eran dos finas salchichas,
que casi siempre estaban fruncidos en una posición sensual, pero que eran
rápidos para una risa ruidosa y expresiva, que dejaba al descubierto una hilera
de perfectos dientes blancos, casi demasiado relucientes.
Su cuello era grueso y
su espalda amplia. Sus hombros marcados daban lugar a fuertes brazos, bien
definidos, y un pecho vigoroso.
Iba siempre vestido con
las últimas prendas de moda, ajustadas al cuerpo, con cortes extravagantes,
dejando zonas al descubierto. Cualquier ropa que usara en una transmisión, se
agotaba al día siguiente. En esa ocasión, vestía una fina musculosa, que dejaba
a la vista todo su torso; unas mangas que cubrían parte de sus bíceps; y unas
calzas cuadrille que ajustaban todo su bulto y muslos, pero dejaban sin cubrir sus
duras y formadas nalgas.
—El choque de Colosos —Siguió Timeus, con una
voz cargada de emoción. —Los Siete Grandes. Las fuerzas más impresionantes,
chocan hoy. ¿Quién llegará de pie al final? ¿Quién demostrará ser el verdadero
dios de la pista de combate?
Herr Timeus continuaba moviéndose sobre el
aire con su sistema de propulsión, de un lado al otro, de manera elegante,
mientras hacía el descargo final ante un estadio colmado.
—Recordemos que cada participante, desde el
inicio del certamen, seleccionó un premio secreto, un trofeo especial, elegido
sin ningún tipo de restricción, que el Gran Imperio Alemán se comprometió a
entregar sin objeciones al ganador de la batalla final. Ese premio también se
dará a conocer hoy, una vez que tengamos los resultados definitivos y coronemos
al verdadero campeón de esta competencia. ¿No se mueren de ansiedad por saber
que pidió cada uno de los personajes? ¡Yo me muero de ganas!
Un murmullo ensordecedor se levantó desde las
gradas como una ola perfectamente simétrica. La gente estaba en un estado
febril, y el presentador sabía exactamente qué hacer para tocar sus fibras más
sensibles.
—Las más fuertes pasiones alimentan a las más
grandes fuerzas que se verán frente a frente hoy en combate.
»No es una película, no es una recreación
tecnológica, no son maquetas, no son máquinas, no son ilusiones, no son sueños.
»Esto es real.
»La carne es real. La sangre es real. Los
gritos son reales. Es fruto del esfuerzo de nuestros productores de buscar la
manera de traerles el show más impresionante jamás creado. Años de sacrificios,
recorriendo las regiones más remotas, siguiendo los rumores más descabellados,
hasta los rincones más extremos de la tierra, en busca de las criaturas que
hicieran de este espectáculo algo único.
»Nuestro gran productor, Jope Goldstein,
junto con su magnífico equipo, atravesaron peligrosas misiones, difíciles
expediciones en rincones oscuros y deshabitados, mantuvieron complicadas
negociaciones con los participantes, y todo eso desembocó en hoy, en este
momento único e irrepetible, que ustedes presenciarán en tan solo unas horas.
Sintámonos dichosos, señoras y señores, sintámonos orgullosos de nuestro
equipo, de nuestro imperio, ¡un aplauso para todos ellos!
»Todo el esfuerzo y el planeamiento, años y
años de preparación, este es el momento, todo lo que hemos esperado es hoy. Es
ahora.
El robot manejaba las
pausas dramáticas como un artesano. Los silencios, el aumento de la voz, los
gestos. El público estaba a su merced.
—Hemos recorrido un largo camino juntos.
Hemos llorado, nos hemos emocionado. Hemos sufrido con la muerte de tantos
personajes. Pero todo este camino no fue en vano; no será en vano. Honraremos
la muerte de todos estos participantes viendo la coronación final.
»Todo aquello por lo que los personajes
lucharon, sufrieron, se arriesgaron y murieron está presente en las arenas de
esta pista. Sería una falta de respeto a sus memorias no ver esta apasionante
final. Sería lo que ellos hubieran querido.
Una lágrima recorrió sus mejillas. Sus ojos
enrojecidos hablaban de la verdad de su alma. Su labio inferior temblaba.
A su alrededor, el enorme estadio estallaba,
enardecido. Una locura rabiosa se había apoderado de cada uno de los
espectadores del enorme Domo. Más de un millar de personas se rompía las
gargantas ovacionándolo, mientras él, con sus propulsores, se movía de un lado
a otro del estadio, surcando el aire. La euforia se sentía en el aire;
saturaba.
Las placas de vidrio reforzado ya estaban
listas, envolvían la ovalada circunferencia del estadio. Sobre el suelo de la
arena de combate, en siete puntas, siete círculos de distintos tamaños sugerían
los puntos de acceso de los participantes. En el centro, un pequeño círculo
marcaba el punto donde el anunciador salía del estadio.
Luego de su vuelo final alrededor de la
pista, el robot se paró allí para despedirse.
—Queridos amigos, ha sido un placer ser su
anfitrión. He dejado mi alma y mi vida en cada transmisión. Puedo decir con
toda seguridad que este camino que hemos recorrido juntos me ha dejado una
marca imborrable en el corazón, y recuerdos y memorias que llevaremos con
nosotros hasta el último de nuestros días. Ya no somos los mismos. Ya no
seremos los mismos.
»Sin más, los dejo con la última tanda antes
del espectáculo; esperemos que sea vibrante, que sea todo lo que hemos soñado y
más. Sin dudas será un evento del que se hablará durante siglos, una batalla de
proporciones épicas, que todos tenemos el deber de disfrutar y ser testigos de
las heroicas actuaciones de nuestros queridos amigos. Que gane el mejor, y que
su recuerdo viva por siempre en nosotros.
»Este humilde servidor se despide. Ha sido un
placer… —se detuvo, emocionado, entrecortando sus palabras. Sin poder contener
las lágrimas, dejó el micrófono en el suelo y se cubrió el rostro con las manos.
Todo ser vivo, tanto en el estadio como del otro lado de la transmisión entró
en el estado de emoción más histérica. Llantos, pataleos, gritos, espuma por la
boca, abrazos con desconocidos. Timeus se puso una mano sobre el pecho, y con
la otra señalaba a las gradas, mientras giraba, para poder mirar a los trescientos
sesenta grados del estadio. Luego extendió sus brazos hacia el cielo y cerró
los ojos. Un grito ensordecedor aunó a todas las personas en lo que fue un mar,
un murmullo homogéneo entre ovación y llanto. Por último, el robot se abrazó a
sí mismo, y volvió a dar una vuelta entera, mientras el estadio se desvivía por
aplaudirle. Tomó finalmente el micrófono y dijo: —Ha sido un placer ser parte
de esto. Hasta siempre. Hasta siempre. Hasta siempre.
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