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miércoles, 19 de diciembre de 2018

Capítulo VI. Mislav hace un encargo

Capítulo VI. Mislav hace un encargo



Ciudad de Berlín, Capital del Gran Imperio Alemán
Año 3029
1ro de Agosto. Día de la Gran Final
11:00 A.M.
10:00 Horas para el inicio

Una luz roja parpadeó un momento en su cápsula.
Mislav paseaba recostado, viendo la ciudad pasar ante sus ojos como en un sueño, cuando se percató de la pequeña lucecita roja que se prendió y se apagó. Se detuvo un segundo a pensar en ella. Nunca había visto algo así. Una luz roja centelleando intermitente en una esfera. Eso sí que era nuevo.
Sin embargo, se dijo, aquel día no tenía tiempo para distraerse en ese tipo de cosas. Fingió no advertirla y continuó mirando a través del vidrio ovalado, justo en el momento en que Theobold pasó en dirección opuesta con su transporte.
Hacía varios minutos que Mislav viajaba a la deriva por la ciudad. Había indicado a su esfera ir en dirección al mirador Foster, luego hasta la Torre Clarke, y finalmente hacia las afueras.
No iba a ser un día fácil, y recién comenzaba. Pero no podía achicarse ahora.
¿Estamos un poco indecisos hoy?Dijo la esfera¿Puedo sugerir una parada en un sitio tranquilo para pensar bien a dónde quieres ir? Es importante ser eficientes.
—No, gracias. No quiero bajar.
Entonces ¿A dónde lo llevo? ¿Tal vez a la dirección de alguno de sus contactos? ¿A lo de Otto? ¿O quizás a lo de la bella señorita Astor?
—No —contestó Mislav —Ya casi es hora. Sí. Vamos a las colinas New Gate. Voy al Estadio.
— ¿Estás seguro? ¿Tienes algún asunto que atender allí?
Nada en especial. Solo quería contemplar la estructura, sentir la pasión por el evento de hoy a la noche.
Sabes que no hay forma de entrar, y tú no tienes entradas asignadas. ¿De qué se trata todo esto?preguntó la máquina.
—Nada que te incumba. Cosas personales.
—Ok —dijo la esfera –Pero tengo que reportar esto.
—Está bien, haz lo que tengas que hacer, no quiero hacer nada extraño.
La cápsula tomó velocidad y se arremolinó por un riel que cortaba camino hasta el Estadio a través de un oscuro túnel hacia las profundidades de la tierra. Los edificios quedaron atrás en un parpadeo, y súbitamente entró en una red subterránea de vías y canales, similar a un inmenso hormiguero, donde otras esferas se movían en circulaban en todas direcciones.
Tan pronto como ingresó, el vehículo tomó un recodo y volvió a desaparecer virando a la derecha, luego bruscamente hacia arriba, y el cielo se hizo visible de nuevo. A lo lejos, mientras la esfera retomaba su posición horizontal, Mislav vio como progresivamente iba apareciendo en el paisaje el imponente Estadio Central, en donde aquella noche el corazón del imperio entero palpitaría en vilo por la Gran Final, en donde se definiría la verdad.
El magnífico Domo se encontraba en la cúspide de las Colinas New Gate: una serie de elevaciones artificiales levantadas en una zona despejada de la ciudad. El Arquitecto General del Imperio Alemán no había permitido edificar nada en dos kilómetros a la redonda, lo que componía una imagen épica, un oasis de espacio despejado en medio de la concentración urbana más densa del planeta.
En la parte central de las New Gate se encontraba vanguardista complejo en donde se disputaría la Gran Final: un conjunto de desniveles y plataformas abstractas, típicas de la Nueva Arquitectura Alemana, iban formando los grandes salones previos al Estadio, generando una sensación de expectación creciente mientras uno se iba acercando cíclicamente a las gradas. En el punto más alto de las Colinas se encontraba, imponente, el Gran el Domo de Batalla, coronando toda la construcción. Constaba de un gran óvalo resplandeciente de aspecto metálico, entre cobrizo y violeta, adornado en la parte baja por una serie de líneas luminosas que alternaban distintos tipos de diseños e iban cambiando de color.
Mislav se mostraba inquieto en su asiento, con la mirada perdida entre el estadio y los alrededores, mientras la esfera lo acercaba más y más hasta la base del complejo. Una gota de sudor cayó por su mejilla; estaba acalorado.
Aún faltaban unos minutos para llegar, cuando de pronto apareció una llamada en la pantalla de la esfera. Era Byron.
Al ver su rostro en el visor, sumado la vibración de la notificación, Mislav dio un salto en su asiento, presa del nerviosismo. Antes de aceptar la comunicación, podía ver la vista previa de la persona emisora y el lugar desde donde llamaba. El cabello enrulado de Byron volaba salvajemente al viento, tapando sus huesudos pómulos, ojos pardos y cejas pobladas; un cielo gris cargado de lluvia se agitaba con fuerza a sus espaldas. A su lado, dorados pastizales se sacudían por el temporal. De fondo se alcanzaba a ver el mar y su bravo rugido de espuma y sal. Mislav atendió la llamada con desesperación.
—Hola Mislav, amigo mío. ¿Cómo estás? ¿Todo listo?Dijo el sujeto del otro lado de la pantalla, con un inconfundible tono irlandés.
—Byron. Dios santo. Casi me matas de un infarto. ¿Dónde diablos estabas? Debías llamar hace veinte minutos. Aquí me está matando la ansiedad. No puedo esperar. Es el gran día, eh.
—Tranquilo, hombre. Va a salir todo bien. Necesito que vengas un segundo conmigo. Tengo que hablarte de algo. Es importante. Estoy en medio de algo grande, y creo que debes verlo.
— ¿Es una comunicación segura? ¿No te están grabando?
—No te preocupes, estoy limpio. De hecho, estoy solo, en el medio de la nada. Ni un alma, humana o robótica en kilómetros a la redonda. Pero no puedo decirte más en este enlace, nos están viendo. No vas a creer donde estoy.
— ¿Tienes un robot con vos para que entre en el modo de Realidad Sensitiva Nivel Seis?
No, lamento decir. Tendrás que conformarte con una conexión Nivel Tres y enlazarte a mi ID así compartes lo que yo veo, oigo y siento. Ya te paso el enlace.
—Ok Byron, pero rápido, estoy por llegar.
—Solo tomará unos minutos.
Muy bienMislav se volteó hacia la parte superior del transporte ovalado. —Esfera, notifícame cuando lleguemos a destino.
La pequeña luz roja hizo un parpadeo, se intensificó levemente y volvió a desaparecer. Mislav, debo decir que todo esto es muy extraño. Espero que tengas una buena explicación.
Mislav hizo caso omiso a la advertencia, mientras se frotaba las manos con una ansiedad cada vez más difícil de controlar. Un segundo después, una notificación vibró en la pantalla mostrando el enlace con el código encriptado, y en cuanto aceptó, una ráfaga de viento gélido le bañó el rostro y los cabellos, como si de pronto hubiese abierto una puerta en un día de tormenta.
Los ojos físicos de Mislav se pusieron blancos al tiempo que su percepción de metía de lleno en la de Byron a través del Enlace Sensorial Nivel Tres, que comparte toda sensación con el receptor. Todo lo que la otra persona sintiese, oyese o viese, él lo experimentaría como si le estuviese pasando a él mismo. Su cuerpo, apagado, seguía viajando por las llanuras de las colinas artificiales de La Gran Alemania, dormido hasta que el enlace se terminara.
A los pocos minutos, la esfera había llegado a los pabellones inferiores del Estadio.
Notificó a Mislav, y este abrió los ojos, y volvió a percibir el interior de la esfera.
—Adiós Byron, buena suerte. —Dijo Mislav —Esperemos volver a vernos, en mejores circunstancias. Animo, y ¡hasta la victoria, compañero! Gracias por ese precioso regalo.
Gracias a vos por tu contribución. No será olvidada. Solo recuerd… —La llamada se cortó abruptamente.
— ¡Hey! —Replicó Mislav — ¿Me cortaste la comunicación a propósito? Me estaba despidiendo de mi amigo.
—Me temo que sí. La conversación no fue aprobada por el comité de seguridad internacional. Te acaban de agendar una entrevista de supervisión y una revisión de antecedentes —dijo la voz que sonaba dentro de la esfera, con un tono humano pero que de alguna manera se sentía ineludiblemente artificial.
La cápsula se detuvo dentro de la gran recepción de aire respirable, un salón altísimo, inclinado, lleno de pasillos y escaleras mecánicas. El bullicio y la tensión por la expectación del Torneo era palpable, y a pesar de que faltaban más de nueve horas, el lugar estaba repleto de gente.
—Como sea… no tengo tiempo para estodijo Mislav, fastidiado. —Vuelvo en un minuto. No te vayas.
Mislav dejó a su vehículo en espera y se bajó. A los pocos metros volvió la vista hacia la esfera, con desconfianza. Caminó rápidamente por el borde de una hilera de artefactos y mobiliario. Se movía con presteza y disimulo; era un fantasma entre la multitud de perfectos extraños que circulaban como hormigas a su alrededor, absorbiéndolo, volviéndolo anónimo.
Al llegar al final de un corredor, sacó un marcador de su bolsillo, corrió una máquina expendedora, la única que había en aquél pasillo, y comenzó a escribir nerviosamente una serie de números.
Cuando finalizó, volvió a poner el aparato en su lugar con prolijidad, procurando dejarlo exactamente como estaba antes de moverlo.
Inmediatamente, se volvió, abandonó el pasillo lo más rápido que pudo, botó el marcador en el cesto más cercano y se dispuso a regresar a su esfera.
—Listo. Larguémonos de aquí. — dijo una vez dentro, luego de un suspiro —Vamos al Café Del’ aire.
La cápsula lo acogió silenciosamente y lo hizo desaparecer otra vez, perdiéndose en el laberinto de túneles y pasadizos.


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