Celda Siete: Bestia
Ciudad de Berlín, Capital del Gran Imperio Alemán
Año 3029
1ro de Agosto. Día de la Gran Final
20:40 P.M.
0:20 minutos para el inicio
—Celda Seis Clear.
—Ok. Iniciando Control Final de la Celda Siete.
Ultimo participante. Terminemos con esta mierda.
Mi equipo y yo nos pusimos en marcha al
escuchar la señal. El show estaba a punto de empezar. Nuestro grupo da el
último OK, y cuando el reloj de las 21:00hs las puertas se abren, y se desata
el caos.
Que sea lo que dios quiera. No quiero ni
pensar en la clase de colisión que se va a dar en cuanto estos colosos se
enfrenten.
La gente arriba debe estar frenética. Sin
embargo, del bullicio que estaría dando lugar cientos de metros arriba de
ellos, en las gradas del estadio, no se oía absolutamente nada.
De hecho, en los pasillos subterráneos
reinaba un silencio inusual. Era difícil de explicar. Como si el nerviosismo
general hiciese algún tipo de ruido.
Nuestros pasos resonaban por la red
subterránea de pasillos. Una patrulla cruzó en sentido contrario a nosotros, a
paso apurado. Las puertas se abrían y cerraban, metiéndonos irreversiblemente
cada vez más adentro del laberinto.
La Celda Siete estaba ya frente a nosotros.
Una enorme jaula vidriada, apenas iluminada,
los esperaba. Desde la sala de control podían ver a la enorme figura en el
centro de la sala, en completo silencio. Era la celda más silenciosa. Rara vez
se escucha algo aquí.
La Bestia a la que vigilamos apenas cambia de
posición. Reposa en silencio, como si estuviese dormida, como si no conociese
el tiempo.
—Carver, dame un reporte de las últimas tres
horas. —dije.
—Casi no se ha desplazado, señor. No se ha
escuchado un solo ruido. Es como si la imagen se hubiese congelado.
Esa respuesta me inquietó. Miro a la Bestia
con una sensación que no puedo describir. Me genera un escalofrío.
Nunca había visto algo así.
Era difícil discernir si era un felino, un
canino, o una especie de oso mutante. La cabeza era grande, con forma de corazón,
y destacaban unas mandíbulas con una potencia evidente; algunos filosos dientes
amarillentos sobresalían, incapaces de ser contenidos por esa boca. Tenía unos
pequeños ojos ambarinos, opacos. Toda su columna estaba surcada por filosos
picos, como extensiones puntiagudas de sus vertebras. Tenía gruesos brazos, que
terminaban en potentes garras de la inconfundible característica de los
úrsidos. Sus patas traseras tenían la complexión felina, con una capacidad de
contraerse y luego liberarse como un resorte.
Adicionalmente, dos grandes cuernos, curvos
como los de un minotauro, le brotaban a ambos lados de la cien, y le daban un
aire de dios mitológico, peligroso y despiadado.
Es como una especie de canto a la naturaleza.
La inmensa criatura mide más de veinte metros de alto, como un Golem nacido de
entre las entrañas de la tierra. Sus brazos son de piedra. Su pecho de pelo y
barro. Sus dientes de marfil. Hasta pareciera crecerle pasto de la espalda.
Sin embargo, había un elemento que no parecía
coincidir con el resto de su complexión natural: unos gruesos grilletes, de un
material oscuro, de apariencia solida e irrompible, rodeaban sus dos muñecas y
sus dos tobillos. Las cadenas que estaban sujetas a esos grilletes estaban
rotas, quedando solamente dos o tres eslabones enlazados.
La figura estaba encorvada, cerca de la
puerta por donde se sale al Domo, como un perro que espera que le abran la
puerta para salir a jugar. O a cazar.
No parecía estar ansiosa, pero si expectante.
No se ha movido de ahí desde hace días. Sus patas estaban prendidas al suelo
con fuerza, esperando el momento del despegue.
Noté un leve movimiento, como un abrir y
cerrar. Parece ser una profunda respiración; inspira y exhala.
—Santiago, acércame la cámara lo más posible
hasta el rostro. Y dame todo el audio que tengas.
—Sí señor.
La cámara de la celda comenzó a hacer zoom, y
la pantalla de la sala de monitoreo agrandaba cada vez más la imagen.
Tal como lo pensaba. Las fauces de la Bestia
estaban salivando. Sus ojos temblaban y se retorcían en sus orbitas, debajo de
los parpados, como presa de un loco sueño.
A través de los parlantes se escuchaba una
vibración. Era como una especie de gruñido, o un ruido sordo. Me recordaba a un
motor en marcha. Venía de un lugar profundo, retumbando desde las mismas
entrañas de esta criatura. Era un sonido amplificado por los miles de ecos que
recorría dentro del enorme cuerpo, por las miles de vidas que crecieron en esta
criatura milenaria, ecos alimentados por la furia de una espera interminable,
eterna, tortuosa. Sea lo que sea este ser, estaba enojado.
Lenta,
muy lentamente, los pelos de su columna comenzaron a erizarse. La textura
rocosa de sus brazos se movía, como acomodándose. Las garras de sus patas se
salían de sus vainas, crecían, crecían, ¡crecían! hasta el tamaño de enormes y
filosas espadas. El ruido del motor rabioso se intensificaba, engranaba con
otros aspectos de la furia, generando una especie de impacto ronco, trabado. El
suelo comenzó a temblar, al principio levemente, y luego cada vez más, hasta
llegar al punto en que toda la Celda, e incluso la sala de monitoreo comenzó a
moverse como el traqueteo de las vías ante la llegada de un tren furioso y
desbocado.
Aterrado
ante aquel súbito cambio, me dispuse a llamar al Coronel Mayor a cargo de la
seguridad de las celdas, para informarle sobre aquella modificación drástica de
la situación, cuando algo absurdo e irreal sucedió: estaba recibiendo una
llamada del mismísimo Coronel. Él, en persona. Llamándome a mí. Justo cuando yo
iba a llamarlo. O me están interviniendo la mente, o es una de esas
casualidades absurdas. Tragué saliva, y no pude evitar sentir un vacío en el
estómago. Algo no andaba bien.
Finalmente,
pulsé el botón y atendí la llamada. Me encontré con la voz desesperada del
Comandante en jefe del ejército.
—A
todas las unidades, a todas las unidades, repito, presentarse en la Frontera
Sur, en la zona de Republica Checa. Llevar todo el armamento y personal
disponible. Todas las unidades dirigirse de inmediato a la Frontera de Grecia.
Es una emergencia nivel Delta: se ha detectado una horda de robots gigantes
marchando hacia la ciudad.
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